En estas épocas, podemos experimentar un sentimiento de frustración o desanimo, porque le teníamos mucha fe a este año. Pudimos haber creído que sería el tiempo donde llegaría ese trabajo soñado, que nos darían esa oportunidad en el trabajo, entre otras cosas. Estas ilusiones son buenas y nos permiten crecer en fe y en madurez espiritual.
¿Pero que existe detrás de estos anhelos? ¿Será un deseo de mostrarnos a otros de cierta manera? ¿Creemos que esto dará paso a otras ilusiones ocultas?
Como adultos muchas veces no somos sinceros con nosotros mismos, ocultamos la verdadera intención de nuestro corazón o la disfrazamos.
Podemos creer que la plenitud que deseamos, la encontraremos en algo, no en alguien.
Y sí, podemos encontrar la plenitud en la persona de Jesus, pero esto conlleva búsqueda y disposición para ir en contra de una cultura que nos dice que nunca es suficiente.
Quizás nuestra búsqueda de plenitud tiene un disfraz, pero nuestra alma solo se puede saciar con la plenitud de Jesus, aquel que llena todo en todo.
Dicen que no es recomendable salir de compras sin un presupuesto, porque todos nos parecerá necesario, no es bueno ir a comprar comida al supermercado con hambre, porque de seguro saldremos con muchas cosas adicionales que no planeábamos comprar.
El punto es, si vivimos una vida sin plenitud, todo nos parecerá una buena opción. Sin saber lo que en realidad necesitamos.
Proverbios 27:7. -NVI
Al que no tiene hambre, hasta la miel lo empalaga; al hambriento, hasta lo amargo le es dulce.
Efesios 1:22-23 – RVR
22 y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, 23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.
La plenitud de Dios, es la pieza que falta en nuestro mundo. Aclaro, esto no se logra con solo ir a la iglesia, es necesario que seamos intencionales buscando su plenitud.
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