Romanos 4:20-21 – NVI
Ante la promesa de Dios no vaciló como un incrédulo, sino que se reafirmó en su fe y dio gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios tenía poder para cumplir lo que había prometido.
Este versículo describe la actitud de un hombre de fe, de hecho, se le conoce como el padre de la fe, Abraham, fue una persona que le creyó a Dios, a pesar de su avanzada edad. Imagínate esto, una persona de la tercera edad seria padre, no con una mujer joven, sino también de edad avanzada. ¿Qué hacía Abraham en la espera? Glorificaba a Dios, aun cuando cada día pasaba, cuando quizás se daban comentarios malintencionados, cuando Sara envejecía, cuando la promesa parecía tardarse, él adoraba a Dios.
¿Cuántas veces dudamos de la promesa de Dios? ¿Cuántas veces juzgamos el tiempo de Dios? O juzgamos como Dios trabaja. Recordemos que él es Dios Todopoderoso, con un pensamiento podría generar un universo completo. Entonces, ¿Por qué tarda? Cuestionemos si tenemos la capacidad de juzgar el tiempo de Dios. Nosotros somos como la hierba, nosotros tenemos una fecha de nacimiento y otra de muerte. Pero Dios es, él no muere, él no nació, él permanece por la eternidad. La misma eternidad está en él. ¿Quién somos para juzgar el “atraso” en los tiempos?
En la espera podemos quejarnos o glorificarlo, aun cuando cueste. ¿Qué decides?
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